En los zapatos del otro






Siento vergüenza de estar vivo: Sicilia


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Javier Sicilia había escrito la segunda versión de El fondo de la noche cuando regresó de Filipinas para enterrar a su hijo. "Me aterra el misterio del arte", dice. | Foto: Reforma
México, DF.- “Yo que soy una víctima, siento una inmensa vergüenza”, dice Javier Sicilia. La misma vergüenza que sintieron los sobrevivientes de Auschwitz, el dolor de estar vivo. “No puedo ver a mi hijo a los ojos en las fotografías, no lo puedo recorrer. Sé que no tengo culpa, pero siento vergüenza de que no me pueda enterrar él, de haberlo sobrevivido”.
En marzo de 2011, cuando su hijo Juan Francisco fue asesinado, Sicilia había concluido una penúltima versión de El fondo de la noche. En el espacio poético, anota en este libro, “el ayer y el mañana se convocan en el hoy de la escritura para crear una revelación”. Por eso le asustó descubrir cómo la visión del mal descrita en su novela había encarnado en su presente.
Sicilia recuerda cómo se levantaba en las noches pensando en el dolor de su hijo, en su angustia. “Cuando vino a verme mi director espiritual, me dijo: ‘Murió en paz. Porque ese muchacho bueno, donde estaba la violencia y el horror, dio amor’. Ahí está Kolbe, y eso me aterra”.
Porque en El fondo de la noche, el poeta recupera una figura que ha admirado desde su juventud: el sacerdote franciscano Maximiliano Kolbe, que en el infierno de Auschwitz hizo un acto de amor inmenso en su pequeñez, pero inútil frente a la ciega maquinaria del mal: cambió su vida por la de un condenado a muerte. Murió en lugar de Franciszek Gajowniczek, y es desde la culpa del sobreviviente que Sicilia narra su historia.
“La aparente nada del amor es un boquete inmenso”. Dios es amor, y como el amor, es pequeño, pobre y débil, afirma el poeta. “El gran error es pensar que Dios es poderoso, no. Es enormemente amoroso e impotente, lo contrario de lo que hemos concebido. Y eso es lo que reveló Cristo”.
Ni Kolbe ni Gajowniczek dejaron testimonio de su paso por Auschwitz. En 1941, si un prisionero escapaba, diez eran condenados a muerte. Sólo unos pocos fueron testigos del gesto del sacerdote, que al oír los lamentos de Gajowniczek, se adelantó para ofrecerse a morir en su lugar. Albert Camus lo contó en sus Cartas a un amigo alemán (1943-1944), pero aún sin conocer su nombre. Kolbe, enfermo de tuberculosis, sobrevivió 14 días a la tortura del hambre y la sed. Fue necesario inyectarle ácido carbónico. Sicilia lo imagina al final con una mirada inmóvil, vacía.
“Ahí está mi duda”, dice el poeta. Son unos ojos que oscilan entre la esperanza y la desesperanza, abiertos al vacío del amor. “La gracia, el puro amor (de Dios), ¿cómo será? No sé. Por eso lo pongo como un vacío, porque a fin de cuentas, ¿qué es el amor? Nada. Cuando un hombre y una mujer se desnudan, saben que serán acogidos en su indefensión, y ahí no hay nada, más que amor. Y ahí está todo. Nada y todo”.
Kolbe, canonizado en 1982 por Juan Pablo II, fundó una Milicia de la Inmaculada y extendió la devoción a la Virgen María. “Era casi un mocho”, define Sicilia. En El fondo de la noche (Random House Mondadori), Kolbe se parece más al poeta. “Quizá ese Kolbe soy yo”. Un personaje que quizá resulte molesto para la Iglesia, advierte, porque en Auschwitz el sacerdote hace una crítica de su propia ideología, de la forma en que intentó, con “el estropajo de la doctrina”, quitar la suciedad de herejes, comunistas, protestantes, judíos…
Sicilia crea el personaje del cabo Krott como un espejo invertido de Kolbe. Mucho antes que los nazis, la Iglesia levantó hogueras en nombre de lo más sagrado. Ambos defendían una abstracción.
“La muerte de mi hijo puso a prueba mi vínculo con lo religioso”, explica el hombre del que surgió el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. “Una parábola budista dice que para cruzar de una orilla a otra necesitas una barca, pero cuando ya lo hiciste, es innecesaria. Cuando mataron a mi hijo, yo estaba del otro lado. La religión, lo que me enseñó, ya no me es importante, porque comprendí la dimensión de Cristo, el amor. Es lo que dice el personaje de Kolbe”.
El pastor luterano Dietrich Bonhoeffer, dice Sicilia, planteaba vivir la fe sin religión, desde el corazón. Eso mismo hizo Kolbe en un solo acto, vacío de ideología. “Y en ese gesto final está todo el Evangelio”.
Hitler nunca quiso visitar un campo de exterminio. Y en esa actitud de no querer mirar, de no asumir, los políticos mexicanos se parecen un poco a los nazis, sostiene el poeta. “El Gobierno sigue haciendo su trabajo como si no hubiera dolor, como si no hubiera víctimas. Se van a unas elecciones llenas de sus propios intereses. Ellos hacen su chamba”.
Ninguno de los candidatos a la Presidencia, lamenta, ha ido a ver a las víctimas o se ha interesado por ellas en sus campañas. “Yo sí esperaba una unidad nacional (cuando inició el Movimiento), que los políticos limpiaran sus filas de gente vinculada con el crimen, que se sentaran a pensar con los ciudadanos en cómo acabar con las injusticias y rescatar la democracia, pero no entendieron. Uno ve los periódicos y es atroz.
Parece que hay dos México: el de la frivolidad política y el del dolor”.









Javier Sicilia, líder del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, entregará su carta al Papa el próximo 22 de marzo. ARCHIVO
  • A un año de la tragedia
  • El poeta entregará una carta al Papa en la que pide consuelo para la situación de inseguridad que vive el país
CIUDAD DE MÉXICO (18/MAR/2012).- Una fecha imborrable se acerca para patentizar el dolor del poeta.

Javier Sicilia, líder del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, entregará el próximo 22 de marzo en el Vaticano una carta dirigida al Papa Benedicto XVI, donde le pide que durante su visita a México abrace y consuele a un país lastimado por los criminales, con un Estado fracturado y administrado por gobiernos y partidos corruptos, así como con una Iglesia jerárquica que casi siempre responde por sus intereses políticos.

“Ese que te encontrarás en México, amado Benedicto, es el cuerpo destrozado de Cristo que pide en sus víctimas la respuesta del Padre por encima del orden político y del desorden criminal”, dice la carta, que con lenguaje poético, describe cómo desde hace cinco años México vive “en el sufrimiento” con 47 mil 551 asesinados, 20 mil desaparecidos y más de 250 mil desplazados.

Convocó a medios para dar lectura ayer a la misiva que entregará al Jefe del Estado Vaticano, donde dio a conocer que la Conferencia del Episcopado Mexicano, a través de los responsables de la organización de la visita del Papa a México, invitó a integrantes del movimiento que encabeza. Varios de ellos incluido Sicilia, rechazaron esta invitación para no participar en el “show mediático” que se le organiza.

Es por ello que, a título personal y no como Movimiento, aseguró Sicilia, viajó anoche a Roma acompañado por Melchor Flores, Emilia Eguileta, Olga Reyes y Araceli Rodríguez, los que serán atendidos en la Curia vaticana, pues aunque vía la Nunciatura Apostólica solicitaron audiencia con Benedicto XVI, no se logró concretar.










A una semana que se cumpla el primer aniversario luctuoso de Juan Francisco Sicilia y los seis acompañantes con los que fue asesinado el pasado 28 de marzo de 2011, en Jiutepec, Morelos, no hay ninguna señal de arrepentimiento por parte de los presuntos perpetradores.
Julio Hernández Barros, abogado del escritor Javier Sicilia, padre de Juan Francisco, lo descarta tajantemente.
“No. No hay arrepentimiento. Incluso –narra–, Javier me pidió ver la posibilidad de entrevistarse con Julio “El Negro” Radilla (autor intelectual y material del multihomicidio, por el cual están procesados también otros 20 implicados)… Javier quería verlo, pero no con una intención jurídica, sino más bien cristiana, él quería acudir con estas personas y decirles que, por lo que él hacía, no tenía nada personal en su contra, que Dios juzgaría.”
Sin embargo, continúa, “cuando yo hice la petición a la procuradora General de la República, Marisela Morales, ella aceptó, me dijo que si queríamos podíamos ir a verlo, pero nos pidió tener en cuenta que cuando estuviéramos frente a él, este cuate se iba a reír de nosotros, porque no tiene ningún arrepentimiento, para él ese acto fue parte de su chamba (como líder de la célula del Cártel de Pacífico Sur en Morelos), y se siente triste por haber sido detenido, pero no por sus crímenes”.
El abogado pone un ejemplo de la sangre fría y el orgullo de “El Negro” Radilla por su actividad criminal: “Cuando fue detenido, en su celular se hallaron videos de un interrogatorio que él dirigía contra un integrante de la banda rival (Raúl García Martínez, alias “El Comino”); en él,  aparece dándole cachetadas; luego, fueron halladas en el mismo teléfono fotografías de “El Negro” con la cabeza de ese sujeto”.
Por ello, afirma, “le dije a Javier que no tenía caso visitarlo, ya que esta gente no se lo está pidiendo… esta gente no está arrepentida”.
Villas del Descanso
Luego que en días pasados, Javier Sicilia visitara por primera vez el juzgado de Matamoros, donde está radicada la causa penal contra los 21 procesados por el homicidio de Juan Francisco y sus amigos María del Socorro Estrada, Jaime Gabriel Alejo, Jesús Chavez, Álvaro Jaimes y los hermanos Luis y Julio Romero, el abogado que representa a los deudos informó que, según el juez encargado, la sentencia podría tardar un año más.
Los acusados podrían recibir una condena de varios cientos de años de prisión –explica–, debido a la acumulación de delitos (siete homicidios, secuestro, crimen organizado, portación de arma prohibida, contra la salud y robo, entre otros), pero el proceso va para largo, ya que apenas se está en la fase de desahogo de pruebas y, de hecho, algunos apelaron el auto de formal prisión, algo que aún no se resuelve.”
Sin embargo, aún cuando el proceso sea lento, el abogado confió en que todos los implicados sean hallados culpables, debido a que “existió una profunda investigación por parte de la PGR, basada en procedimientos científicos que, la verdad, fueron como de CSI”, lo que permitió determinar con precisión los motivos del asesinato múltiple, la forma en que fue llevado a cabo, así como la identidad de los involucrados.
“Gracias a los sistemas de geolocalización –explicó Hernández Barros–, pudieron determinarse los movimientos de las víctimas hacia el bar donde fueron sometidas; a partir del mismo sistema, pudo confirmarse que ellos, y los presuntos atacantes, se trasladaron a la colonia Villas del Descanso, donde se halló la casa de seguridad en la que fueron asesinados, algo que también fue ratificado por pruebas de detección molecular de sangre.”
Además, la participación de los empleados del bar en el crimen no sólo está corroborada por sus propios testimonios, sino que se cuenta con una lista de asistencia que todos ellos firmaron ese día.
Salvo uno de los meseros, todos los implicados reconocieron ministerialmente su participación en los hechos y, hasta el momento, ninguno se ha retractado ni ha alegado presiones para realizar su confesión.
Pero la principal prueba, aquella que permitió reconstruir la red de implicados en el multihomicidio, fue una huella dactilar estampada en el auto usado para abandonar los cadáveres, perteneciente a un integrante del Cártel del Pacífico Sur, cuya actividad delictiva venía siendo rastreada por las autoridades: José Luis Luquín Delgado, alias “El Jabón”, integrante de la banda de “El Negro” en Morelos.
“En realidad –señaló el abogado–, aunque hay pruebas testimoniales que confirman la participación de cada uno de los 21 detenidos, lo más importante es que contra todos hay pruebas materiales.”
Hace 357 días…
Según las pruebas periciales, la reconstrucción de los hechos y las declaraciones de los implicados, la PGR determinó que el pasado 28 de marzo de 2011, Juan Francisco Sicilia se encontró con sus seis amigos en el bar Las Ranas, desde donde se trasladaron al bar Obsesión, en la zona metropolitana de Cuernavaca, Morelos.
Ya estando afuera del lugar, dos de ellos, Luis Antonio y su tío Álvaro, quien en su condición de militar portaba un arma, se acercaron a los vigilantes del acceso para reclamar una cámara fotográfica que días antes les había sido robada del auto, cuando se hallaban dentro del bar Obsesión.
Al escuchar que Álvaro se identificaba como miembro del Ejército, uno de los empleados alertó de lo sucedido al un cliente del que sólo se conoce el apodo, “El Rojo”, quien presuntamente es miembro del Cártel del Pacífico Sur.
Este sujeto, pistola en mano y acompañado por los meseros del bar, salió del establecimiento para someter no sólo a Luis Antonio y a Álvaro, sino al resto de los jóvenes que los acompañaban.
Tras desarmar al militar, los siete jóvenes fueron obligados a entrar al negocio, donde fueron amarrados y golpeados por los empleados, quienes además les robaron sus pertenencias.
Luego de ser notificado del conflicto, el gerente del bar solicitó el apoyo del narcotraficante conocido como “El Negro” Radilla y su lugarteniente (al que apodan “El Gordo” Varilla), los cuales brindaban “protección” al bar Obsesión.
Para darles “suelo” a los jóvenes, el gerente del bar ofreció a los líderes del Cártel del Pacífico Sur en Morelos el pago de 300 mil pesos y la entrega de dos vehículos, todo en presencia de sus empleados.
Después de esta negociación, el Negro y el Gordo, así como otros cómplices, trasladaron a las siete víctimas a la casa de seguridad de Villas del Descanso, donde finalmente los asfixiaron, cubriendo sus rostros con cinta aislante.

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